El genocidio del pueblo gitano (España)

Dentro de la categoría de «gitano» se englobaba cualquier similitud con romaníes, zíngaros, egipcios, bohémios, etc, y en general cualquier persona, familia o grupo que no tuviese trabajo o domicilio fijo. (Lo de «egipcios» es porque se supone que vinieron de Egipto, por eso se les llama «egiptianos»; lo cual derivó en giptianos)

En 1498 Cristobal Colón en su tercer viaje al Nuevo Mundo llevó cuatro gitanos.

En 1499 los Reyes Católicos ordenan las expulsión de los gitanos. ​A los gitanos que se encontrasen se les cortaban las orejas.

En 1537 Felipe II ordena las expulsión de los gitanos.

En 1539, ante la falta de remeros después de la batalla de Lepanto, el rey Felipe II ordenó apresar y condenar a galeras a todo gitano; lo que se hacía frecuentemente en general cada vez que hacían falta remeros.

En 1570 Felipe II decretó la prohibición de entrada a los gitanos en América, y ordenó el regreso de los ya enviados.

En 1618 Felipe III ordena las expulsión de los gitanos.

En 1628 el Reino de Navarra ordenó su expulsión.

En 1717 el rey, Felipe V, les obligó a residir en determinadas localidades-guetos-reservas. Se les prohibia la entrada en las ciudades y la pertenencia a gremios.

En 1745 se aprobó una ley por la que se podía matar a los gitanos que encontrados fuera de sus reservas.

Algunos gitanos cuando iban a ser detenidos se refugiaban en alguna iglesia, solicitando el derecho de asilo en sagrado; para evitarlo, el nuncio de España consiguió en 1748 que el papa, Benidicto XIV, lo anulase.

En 1748 se abolió el castigo de ir a galeras.

Durante 1749 el Gobierno solicitó a todos los territorios toda la información de los gitanos; pueblos en los que están y su número.

Días antes del 30 de julio de 1749 en todos los cuarteles de España se recibió un sobre con las instrucciónes de que no se abriese hasta ese día; no antes, ni después. Con nocturnidad y alevosía, en él se daba la orden directa, sin confusión posible, con instrucciones detalladas personalizadas para cada oficial y cada demarcación, para que a partir de la medianoche apresaran a todos los gitanos de su demarcación y cómo hacerlo.

El plan había sido ideado y organizado minuciosamente por el ministro Zenón de Somodevilla y Bengoechea y el rey, Fernando VI, con la aprobación de la Iglesia, con la finalidad de exterminar de una vez y para siempre a todos los gitanos de España. Como no supieron cómo hacer para asesinarlos a todos a la vez el mismo día decidieron acabar con ellos separándoles por sexos y reubicandoles. Barajaron la posibilidad de enviarlos separados a las provincias en América para trabajar sin sueldo (esclavos) en las  minas y fábricas reales. Finalmente optaron por el exterminio biológico; los metieron en cárceles en España, a los hombres en un extremo del país y a las mujeres en otro; y así conseguirían que se extinguieran en una generación.

Las «fuerzas del orden» (militares, alguaciles) ordenaron el cierre de las puertas de las ciudades y se cortaron las calles para anular toda posibilidad de huída. En alguno lugares los gitanos se presentaron voluntariamente, de buena fe; en otros, se resistieron y fueron asesinados.

Durante días apresaron unos tres mil de gitanos pero les parecieron pocos así que repitieron la operación una segunda vez tres semanas después; y una tercera vez; sumando unos nueve mil. Los fallecidos no se contaron.

Muchos gitanos buscaron refugio en las iglesias, desconociendo que el Papa había anulado ese derecho.

El traslado se iba a financiar con los bienes de los detenidos, que serían inmediatamente confiscados y subastados para pagar la manutención y cualquier gasto; pero se recaudó muy poco.

Los hombres fueron llevados a trabajos forzados en los arsenales de la Marina en Cartajena, Cádiz y Ferrol; y las minas de Almadén, Cádiz y Alicante. A las mujeres, a las fábricas de tejidos de Málaga, Valencia y Zaragoza.

La llegada y permanencia en el destino fue totalmente desbordada; no se estaba preprarada para tanta gente; no había medios disponibles ni recursos económicos y humanos. Hubo motines y grandes fugas; castigada con pena de muerte. El ministro se lamentaba por no poder lograr meter en prisión a todos.

Ante semejante desastre, en octubre se aprobó una leve flexibilización de las normas y se permitió la puesta en libertad de algunas personas que acreditaran buena vida.

Hasta 1783 a cuentagotas las ciudades les fueron dejando en libertad; 34 años después.

 

Epílogo:

Durante el gobierno de Franco se aprobó la ley de vagos y maleantes (la gandula) por la que podían ser apresados. También aprobó una ley por la que estaba prohibido acampar o pernoctar en un lugar que no fuese expresamente autorizado (camping, vivienda, etc). Esta ley sigue vigente en la actualidad, con la Democracia.

Una curiosidad: Actualmente la Policía tiene prohibido usar la palabra «gitano» por, según entiende el Gobierno español, ser peryorativa.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Redada

Fernando VI, el prudente, el justo

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