María Elisa Álvarez Obaya

Elisa Álvarez nació en Villaviciosa (Asturias) el 12 de enero de 1934. Se consideraba una mala estudiante. A los 17 años empezó a hacer la carrera de Farmacia y la terminó a los 27; se le resistió la bromatología. Dejó atrás todo su mundo en su Asturias natal para trabajar en la farmacia de Josefina Calvo Estrada en Haría, Lanzarote, un pueblo que no tenía ni agua ni luz.

Unos meses después, en una charla en casa de una familia amiga, comentaron que esos días en el pueblo habían muerto varios hombres, y que antes habían perdido la vista. El médico certificó que habían fallecido por angorpectoris (angina de pecho).

Elisa, se quedó preocupada, obsesionada; cual Sherlock Holmes, pensó que las muertes se debía a algo que hacen más los hombres que las mujeres, porque afectaba más a ellos. Tenía una teoría. Urgentemente fue a exponérsela al alcalde. Éste puso a su disposición un coche y un guardia. Elisa recorrió todos los bares y comercios del municipio, hasta el más pequeño, inmovilizando los productos sospechosos y cogió muestras. Se encerró en la rebotica de su farmacia con su modesto laboratorio de pueblo, sin agua ni luz, y no salió hasta que dio con el problema: el aguardiente, en vez de alcohol etílico, contenía alcohol metílico, que es tóxico. Se trasladó a la Jefatura de Sanidad de Las Palmas y le entregó el análisis bromalógico al inspector provincial de Farmacia, Francisco Rubio Guerra.

Elisa desconocía la magnitud de su descubrimiento de 1963 que empezó un macrojuicio de cuatro años de investigación y treinta mil folios.

Empezó una carrera de fabricantes, bodegueros, comerciantes, almacenistas y tenderos deshaciéndose de las pruebas por el desagüe.

Desde hacía meses estaban muriendo personas por todo el país; en Galicia, donde se fabricó, achacaban la repentina mortandad a un brote de meningitis. Mató desde enterradoras hasta marineros, que imagínate qué diagnóstico o autopsia les iban a hacer. También hay familiares que prefieren dejar tranquilo al «muerto por angina de pecho» que «muerto por borracho». Oficialmente se contabilizaron medio centenar muertos y una decena de ciegos pero se cree que los afectados por el envenenamiento masivo pudieran ser un millar. En Galicia apenas ninguna familia dejó hacer la autopsia por ese sentimiento gallego de dejar que los muertos descansen en paz. Ni se sabe cuánto más pudieron haber muerto de no haber sido por Elisa. Nadie se dio cuenta, solo ella.

Era la primera vez que alguien investigaba un consumo de alimentos. En aquellos años no había ningún control sanitario; muchos más preparados, en 1981, oficialmente se reconocieron cinco mil muertos con el aceite de colza.

En el Centro Gallego en Barcelona se requisaron 300 litros de este licor mortal. Hubo muertos en La Gomera, Tenerife, el Sahara español, Guinea Ecuatorial, Sudamérica y Norteamérica; en Nueva York se intervino una partida de este alcohol mortal mandado desde Galicia; hubo ese mes una treintena de vagabundos muertos por alcohol metílico aunque no se pudo demostrar la relación directa.

Se demostró que por lo menos se habían utilizado 75000 litros de alcohol metílico para adulterar el aguardiente. El metílico no solo costaba la cuarta parte del alcohol etílico sino que encima, al tener más graduación, había que rebajarlo con agua, lo que producía una cantidad todavía mayor de un licor que con un par de tragos te podía producir la muerte o dejar ciego para siempre. El metanol podía cambiar el sabor y alguno le echaba otras cosas (café, enebro) para  taparlo y dependiendo de ello lo vendían como licor de café, ponche, vinagre añejo, ginebra.

Al parecer el alcohol metílico no se va eliminando progresivamente con la orina, como el alcohol etílico; es acumulativo, puede afectarte si te tomas una copa esta semana y otra a la siguiente.

Quiso la macabra casualidad que en la contraetiqueta del aguardiente que dejaba ciego pusieran un poema de Rosalía de Castro:
«Adiós ríos, adiós fuentes; adiós regatos pequeños; adiós vista de mis ojos; no sé cuando nos veremos.»

El Estado, por todo lo alto, condecoró con la Encomienda de plata de la Orden Civil de Sanidad… al inspector Rubio, el jefe. A Elisa, alguna fuente dice que sí. Recibió todos los honores y méritos del Colegio de Farmaceúticos.

Elisa se casó con el secretario del Colegio Farmacéutico de Las Palmas, Alberto Rivero Marrero, que después sería su presidente. No tuvieron hijos. Murió en 2010, por enfermedad, a los 76 años.

Sobre Elisa Álvarez se han escrito libros, documentales y varios capítulos en <Cuarto Milenio>.

Por desgracia, se sigue haciendo esta adulteración mortal.

Ninguna víctima fue indemnizada (se declararon insolventes).

Fueron condenados a 140 años de prisión, ninguno cumplió las penas.

Ningún familiar, allegado o amigo de los condenados tomó el licor.

Actualmente en España se sigue fabricando aguardiente de forma irregular (dicen que es <casero>, especialmente en Galicia), igualmente lo siguen vendiendo, igualmente se sigue comprando (porque es más barato) e igualmente nos lo estamos tomando (lo llamamos <garrafón> y nos referimos con ese nombre cuando el alcohol nos sienta mal).

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